El domingo empezó súper temprano. Gloria nos llevó hasta el aeropuerto, un poco más tarde de lo que me hubiese gustado a mí, pero no tuvimos ningún tipo de probelma. Nos contó que el viaje que hicimos de 20 minutos, en otro momento del día toma 3 horas debiso al gran caudal de tránsito.
El enorme Benito Juárez nos recibió una vez más. Hice el check-in, me toco un asiento horrible: anteúltima fila, asiento del medio. En el avión de Mexicana las filas se dividen de a 2-3-2 y tuve la mala suerte que me tocoó en el medio de 3. ¡Qué espanto! Me junté de coraje, traté de no darle demasiado lugar a mi claustrofobia y me resigné. Me despedí de mamá y emprendí mi vuelta a casa, solita, pero feliz de haber podido cumplir este sueño.
El primer scanner de seguridad:
Empleado del aeropuerto: señorita, ¿usted tiene una tijera en su equipaje de mano?
Yo: ehh (haciendo memoria) sí
E: ¿me permite verla?
Y: sí, por supuesto (abrí la mochila, busqué la cartuchera y ahí estaba, mi siempre amiga tijera que me había olvidado de ponerla en la valija, como viajó a la ida) aquí está
E: gracias (el empleado toma la tijera, la observa detenidamente) disculpe señorita (devolviéndome la tijera), pero no puede viajar con esta tijera.
Y: bueno, no hay problema, la dejo acá
E: ¿no tiene a nadie que la haya acompañado para devolverle la tijera?
Y: sí, pero no hay problema, se la dejo acá. En Buenos Aires me compro otra.
E: ¿está segura?
Y: sí, no se haga problema
¡Son increíbles! Parecía que me tenía miedo, pero no como si yo fuese a hacer algo, no sé, fue muy loco.
Sigo contando. Fui a la sala que me correspondía esperar. En eso llega una señora que se me sienta al lado y comenzamos una de esas charlas ligeras, bien de aeropuerto, la hora, el clima, lo lindo de Mexico, etc. Me cuenta que venía de Canadá de visitar a una de sus hijas (la otra vive en México). Me dijo que había llegado temprano a hacer el check-in y que no tenían sistema en ese momento, así que tenía que pedir asiento antes de subir al avión (¿?) Ella había ido expresamente con antelación para conseguir asiento en la mitad del avión, porque en el viaje de ida le había tocado viajar atrás y dijo que se movía mucho. Le conté mi situación de última fila-al medio-claustrofobia. Muy simpática la señora y los que me conocen saben que no me cuesta entablñar conversación con nadie. Al final, después de unas puestas en su lugar a los empleados de ahí, le dieron su asiento en una fila del medio, como ella quería. Como empezamos a abordar nos saludamos cordialmente.
Me senté en mi asiento, toda mentalizada, desando que las personas a mis costados fuesen amables y respetuosas de mis fobias jajaja Cuando terminó de subir toda la gente las azafatas empezaron a reorganizar los asientos a su gusto: que atrás no viaje esa chica porque ese asiento es para la jefa de las azafatas y lo quería para descansar, que esos chicos no vayan ahí, que puede sentarse allá, que puede sentarse acá. De repente aparece una azafata que me mira sonriente y me dice que había una señora que no sabía mi nombre pero me invitaba a sentarme al lado de ella, que había un asiento vacío más adelante, más o menos por las filas del medio del avión. ¡Señora! ¡Le estaré eternamente agradecida! Viajé en el medio, sí, pero al lado de esta amable persona que se acordó de mí y decidió ayudarme sin conocerme. Seguimos charlando durante el vuelo, contandonos nuestras vidas.
Llegamos a Buenos Aires y siguieron las buenas acciones. Hicimos la cola para migraciones, yo estaba muy nerviosa porque "Norita" (el sobrenombre de mi mamá cuando hace cosas dignas de 'mamicidio' jeje), y le toca el turno a esta señora-sin-nombre. Ella se acerca a la ventanilla y empieza gritarme: "¡hija! hija! Vení que es nuestro turno". Y hacia allí fui. Ni miraron mi papel. Ella lo predijo, cuando viajas con tus padres miran los papeles del adulto responsable. Luego yo la ayudé buscando carros para las valijas. La ayudé a comodarlas a medida que llegaron y nos despedimos. Ella pudo irse antes que yo, tenía un viaje más todavía: micro hasta bahía Blanca. Yo esperé a la súper pesada valijota, la subí al carrito y enfilé al último escáner. Cuando estaba en la cola abren un escáner más y se empieza a formar otra cola. Una señora se cuela adelante mío y un oficial le hace gestos para que siga de largo, yo la seguí. ¡Safé de manipular semejante valija! A la salida la encontré a la señora generosa del avión, la saludé afectuosamente y le desée el mejor viaje.
Ricardo me esperaba afuera para llevarme a la fiesta de casamiento de mi prima Verónica. Cuando llegamos allá mi familia se la pasó preguntándome por el viaje y yo contándoles todas las anécdotas.
Al día siguiente empezaba las clases del segundo cuatrimestre...
El enorme Benito Juárez nos recibió una vez más. Hice el check-in, me toco un asiento horrible: anteúltima fila, asiento del medio. En el avión de Mexicana las filas se dividen de a 2-3-2 y tuve la mala suerte que me tocoó en el medio de 3. ¡Qué espanto! Me junté de coraje, traté de no darle demasiado lugar a mi claustrofobia y me resigné. Me despedí de mamá y emprendí mi vuelta a casa, solita, pero feliz de haber podido cumplir este sueño.
El primer scanner de seguridad:
Empleado del aeropuerto: señorita, ¿usted tiene una tijera en su equipaje de mano?
Yo: ehh (haciendo memoria) sí
E: ¿me permite verla?
Y: sí, por supuesto (abrí la mochila, busqué la cartuchera y ahí estaba, mi siempre amiga tijera que me había olvidado de ponerla en la valija, como viajó a la ida) aquí está
E: gracias (el empleado toma la tijera, la observa detenidamente) disculpe señorita (devolviéndome la tijera), pero no puede viajar con esta tijera.
Y: bueno, no hay problema, la dejo acá
E: ¿no tiene a nadie que la haya acompañado para devolverle la tijera?
Y: sí, pero no hay problema, se la dejo acá. En Buenos Aires me compro otra.
E: ¿está segura?
Y: sí, no se haga problema
¡Son increíbles! Parecía que me tenía miedo, pero no como si yo fuese a hacer algo, no sé, fue muy loco.
Sigo contando. Fui a la sala que me correspondía esperar. En eso llega una señora que se me sienta al lado y comenzamos una de esas charlas ligeras, bien de aeropuerto, la hora, el clima, lo lindo de Mexico, etc. Me cuenta que venía de Canadá de visitar a una de sus hijas (la otra vive en México). Me dijo que había llegado temprano a hacer el check-in y que no tenían sistema en ese momento, así que tenía que pedir asiento antes de subir al avión (¿?) Ella había ido expresamente con antelación para conseguir asiento en la mitad del avión, porque en el viaje de ida le había tocado viajar atrás y dijo que se movía mucho. Le conté mi situación de última fila-al medio-claustrofobia. Muy simpática la señora y los que me conocen saben que no me cuesta entablñar conversación con nadie. Al final, después de unas puestas en su lugar a los empleados de ahí, le dieron su asiento en una fila del medio, como ella quería. Como empezamos a abordar nos saludamos cordialmente.
Me senté en mi asiento, toda mentalizada, desando que las personas a mis costados fuesen amables y respetuosas de mis fobias jajaja Cuando terminó de subir toda la gente las azafatas empezaron a reorganizar los asientos a su gusto: que atrás no viaje esa chica porque ese asiento es para la jefa de las azafatas y lo quería para descansar, que esos chicos no vayan ahí, que puede sentarse allá, que puede sentarse acá. De repente aparece una azafata que me mira sonriente y me dice que había una señora que no sabía mi nombre pero me invitaba a sentarme al lado de ella, que había un asiento vacío más adelante, más o menos por las filas del medio del avión. ¡Señora! ¡Le estaré eternamente agradecida! Viajé en el medio, sí, pero al lado de esta amable persona que se acordó de mí y decidió ayudarme sin conocerme. Seguimos charlando durante el vuelo, contandonos nuestras vidas.
Llegamos a Buenos Aires y siguieron las buenas acciones. Hicimos la cola para migraciones, yo estaba muy nerviosa porque "Norita" (el sobrenombre de mi mamá cuando hace cosas dignas de 'mamicidio' jeje), y le toca el turno a esta señora-sin-nombre. Ella se acerca a la ventanilla y empieza gritarme: "¡hija! hija! Vení que es nuestro turno". Y hacia allí fui. Ni miraron mi papel. Ella lo predijo, cuando viajas con tus padres miran los papeles del adulto responsable. Luego yo la ayudé buscando carros para las valijas. La ayudé a comodarlas a medida que llegaron y nos despedimos. Ella pudo irse antes que yo, tenía un viaje más todavía: micro hasta bahía Blanca. Yo esperé a la súper pesada valijota, la subí al carrito y enfilé al último escáner. Cuando estaba en la cola abren un escáner más y se empieza a formar otra cola. Una señora se cuela adelante mío y un oficial le hace gestos para que siga de largo, yo la seguí. ¡Safé de manipular semejante valija! A la salida la encontré a la señora generosa del avión, la saludé afectuosamente y le desée el mejor viaje.
Ricardo me esperaba afuera para llevarme a la fiesta de casamiento de mi prima Verónica. Cuando llegamos allá mi familia se la pasó preguntándome por el viaje y yo contándoles todas las anécdotas.
Al día siguiente empezaba las clases del segundo cuatrimestre...